Comprar RELACIONES

Comprar RELACIONES

domingo, 24 de julio de 2016

Terror en el barrio : un mundo ideal para hombres y monstruas


MARIANA ENRIQUEZ (1973) nos presenta en Las cosas que perdimos en el fuego (Anagrama, Buenos Aires, 2016) un conjunto de doce relatos de terror. Sí, sí, leyó bien el lector desprevenido: Terror. Ese género que ha sido bastardeado hasta el cansancio por el cine desde la aparición de Freddy Krueger para acá, pasando por todas las Ring, Jason y sucedáneos. Hacemos la salvedad de The silence of the lambs,  y seguimos adelante.
En esa delgada línea que separa lo real de lo fantástico, esta suerte de Quiroga o Laiseca de nuestros tiempos nos lleva a recorrer un universo plagado de situaciones estremecedoras. Para esto, el recurso que utiliza, en la mayoría de los relatos, es la descripción de la realidad. Sí, sí, la realidad, vuelve a leer bien el lector desprevenido. ¿Y cómo puede ser eso? Pues bien, bastante sencillo: describe las cosas que acontecen a diario en los barrios bajos de la ciudad, pero también en el interior profundo, en los países vecinos, en las localidades turísticas.
Tiene mucho de periodístico este libro, ciertamente, haciendo honor a una de las tantas profesiones de la autora.  Por eso es escueto en sus metáforas: contar a las madres adolescentes embarazadas que fuman paco en las oscuras calles de Constitución (en “El chico sucio”), mezclado con travestis que rondan esta zona roja y en ocasiones logran salir un poco para poner un negocio, es un logro tan simple como efectivo.

Sin embargo, la finalidad estética de la descripción flaubertiana está totalmente impregnada de imperativos «realistas», como si en apariencia la exactitud del referente, superior o indiferente a toda  otra función, gobernara y justificara, ella sola, el describirlo o –en el caso de descripciones reducidas a una palabra- el denotarlo; las exigencias estéticas se impregnan aquí-al menos a título de coartada- de exipencias referenciales: es probable que si uno llegara aRouen en diligencia, la vista que tendría al descender la costa que lleva a la ciudad no sería“objetivamente”, diferente del panorama que describe Flaubert.[1]

En efecto, el viajero desprevenido que baje en la estación Constitución del ferrocarril Roca, no encontrará a simple vista este mundo que nos cuenta Mariana. Aunque tampoco deberá esforzarse demasiado. Nomás salir al hall central, si se queda dos minutos mirando, verá cómo se intercambian paquetitos de forma disimulada, a la vista de todo el mundo. Y si camina por la calle Pavón, es casi inevitable encontrarse con un sinnúmero de “Lalas”, chicos sucios y sus madres consumiendo paco u otras sustancias.
En síntesis, podemos decir que aquí los cuentos son un simple “efecto de ficción”, que solamente subrayan aspectos de la realidad. Sin duda, la escritura de Mariana Enriquez en Las cosas que perdimos con el fuego nos dice que el terror está ahí, a cada paso que damos: la marginación, la trata de personas –en especial mujeres y niños–, la violencia contra las mujeres son los más terribles.
Pero también nos habla del desamor, de los desórdenes alimentarios, de la droga. En cualquier caso, todo el libro trabaja sobre estos tópicos, y con más o menos intensidad, nos hace ver que no hay que hacer demasiado esfuerzo para ver estas cosas.
Por todo esto, este libro es de ficción. Para todo lo demás está la realidad.



Fernando Berton
Julio, 2016


[1][1] BARTHES, ROLAND; El efecto de realidad

No hay comentarios:

Entrada destacada

Inteligencia Artificial

¡Hola! Soy el robot, ¿cómo estás? ¿Cómo puedo ayudarte esta mañana? Tengo un sinnúmero de funciones entre las que se pueden contar ayuda fi...