Comprar RELACIONES

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jueves, 29 de septiembre de 2016

Incapacidades

Un cuerpo opaco es aquél que no permite el paso de la luz.  Por más que lo intenten, los rayos lumínicos, o los fotones, no logran atravesarlos. Y eso hace que los veamos, precisamente.
Vemos las distintas distancias de las ondas reflejarse en esos cuerpos, y entonces percibimos las distancias, las profundidades, las dimensiones, en una palabra.
Un cuerpo opaco tiene corporeidad. Es corpóreo. Es palpable. Podemos tocarlo porque lo vemos. Está ahí, frente a nuestros ojos, y entonces el tacto corrobora lo que ve. Es suave, rugoso, lustroso, frío, calmo.
Si cerramos los ojos al tocar, tocamos lo que acabamos de ver.
Si nunca vimos, pero tocamos, ¿qué estamos tocando?


sábado, 17 de septiembre de 2016

Las Magas

"Yica era una gran contadora de las historias familiares, año a año iba perfeccionando la técnica y mejorando los relatos que todo el mundo volvía a escuchar apreciando, en silencio, los pequeños cambios que siempre se inclinaban a hacer aparecer el lado más siniestro de la abuela."  (Luciana de Mello - Mandinga de amor - Seix Barral - Pag. 243) 
y de pronto se llega a una librería, cerca de las 20:30, con la puerta abierta y se entra a curiosear los estantes, pero se encuentra con tres escritoras que hablan sobre sus respectivos libros. "La memoria es una invención" dice Cynthia Edul (La sucesión - novela - Conejos - 2012) de pronto cuando Alejandra Zina (Hay gente que no sabe lo que hace - cuentos - Paisanita Editora - 2016) comenta que "La tía Lili" es un recuerdo inventado a lo que Bibiana Ricciardi (Una mujer corrre + Algunas cosas que estuvieron pasando desde que te fuiste - novelas - Alto Pogo - 2016) dice que le ocurre haber escrito cosas que van a pasar.

esta discusión venía de la pregunta de Cynthia "¿cómo se hace un cuento?", que Alejandra y Bibiana habían comentado que tenían condimentos autobiográficos (la tía loca de Alejandra, la enfermedad de la amiga de Bibiana) y que eran luego filtrados por la literatura. O que la literatura está filtrada por la realidad, decía previamente Cynthia, ya que a veces los críticos desmerecen a las "ficciones" que no son "puras invenciones" como las de Borges. "Y los malos lectores de Borges no saben que hablaba todo el tiempo de él", sentencia Edul.

Sabía muy bien cómo se narra una historia, se toma un hecho o una imagen, por ejemplo una hermosa mujer que fuma y bebe en su casa y escucha la radio, se contaba ese hecho y se lo pulía como a esas piedras a las que el agua convierte en joyas herméticas, pero nunca se explica el motivo de los hechos. (Ricardo Piglia - Los diarios de Emilio Renzi, años de formación-- Pág. 341)

porque en realidad habían comenzado comentando sus propios libros, desde lo formal que en el caso de Bibiana son dos partes (derecho/izquierdo - conciencia/realidad) en Una mujer corre; o mensajes de audio en uasap en Algunas cosas que estuvieron pasando desde que te fuiste. 

que venía a cuento de que Alejandra comentó que sus cuentos son de la era "pre celular". "El último reflejo de la tarde", comenta, no podría ser si hubiera celulares.

esto porque la novela de Cynthia ocurre en los noventa/últimos ochenta.

¿qué importancia puede tener la tecnología en la literatura? se había comentado poco antes.

que Paula Brecciaroli (co-editora de Conejos) había introducido poco antes de las 20:00, para presentar "Lecturas Cruzadas", en la librería Caburé, de Mëxico al 600, Buenos Aires, el 16 de setiembre de 2016.

que dió la palabra a tres Escritoras Argentinas Contemporáneas.


NOTA: ¿Es la presentación de un libro un elemento paratextual?


sábado, 10 de septiembre de 2016

Forget-me-not

Una vieja leyenda germánica dice que Dios, al terminar de nombrar todas las plantas y flores, se sienta a disfrutar de su creación, a mirar todas y cada una de sus criaturas vegetales y a recordar sus respectivos nombres. Y siente Dios que eso es bueno. Entonces, no conforme con recordarlas, se levanta y comienza a recorrer el jardín del Edén, para mirar cada tallo, cada nervadura, cada copa que crece hacia la luz que le da energía para la vida.  Se detiene especialmente en los azahares, y se hincha con su perfume dulce y suave que invita a la calma, a la sonrisa, al disfrute del perfume que anuncia la próxima aparición de frutos, que madurarán y echarán su simiente a la tierra para que resurja el ciclo de la vida. Y al ver Dios que eso era bueno, pensó que ya era hora de nombrar a los animales. Estaba en camino a buscarlos, cuando se topó con una pequeña flor azul, o rosada, o blanca,  de cinco pétalos, de centro amarillo, de no más de un centímetro de diámetro, que le decía, ¡Dios, por favor no me olvides! Y al ver Dios a estas florecillas tan simpáticas, les dijo “Ese será su nombre”, y las florcitas quedaron encantas con su nombre: no-me-olvides. Es por eso que si alguien acerca una pequeña rama a las ropas, procurarán quedarse allí prendidas para siempre, para que no las olviden.


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domingo, 4 de septiembre de 2016

Ataque sorpresa

Cuatro mil lanzas despuntan el desierto en medio del griterío y el polvo de los cascos. La mujer está parada en la puerta, se retuerce las manos en el delantal, y mira a la distancia, sin entender. El marido ha ido a buscar su carabina, con la hueca ilusión de repeler al malón.  El sol descorre una nube y da en los ojos de la mujer, parada en el vano de la puerta, encandilada, sin entender.
Ya ha sufrido un malón antes. ¿Quince, veinte años atrás? No lo recuerda. Solamente siente el mismo pinchazo en el corazón que cuando el hereje le arrebató a su único hijo. Y grita como gritó entonces. Como cuando el niño salió de sus entrañas.
Bastan unos minutos para que todo sea desorden, chillidos, resoplar de caballos, cuerpos atravesados por las lanzas. La carabina levantada por un salvaje no ha disparado un tiro, siquiera.
La mujer no se ha movido. Llora en silencio. Las lágrimas surcan el polvo de las mejillas como la lluvia el suelo rajado por el sol y la sequía. El sol no le permite ver la figura del indio que la mira desde su flete. Ella le pide que la lleve con su chiquito. No sabe si él puede entender las palabras que ella dice con voz suave, como si le hablara a su pequeño hijo, el que se llevó el malón. A su hijo recuperado por un instante hacía unos años y que luego escapó de nuevo al desierto. Ella no sabe si él puede oírla, y ella no puede verlo, obnubilada por el sol y el llanto.
Le pide al indio que la lleve.

Solo escucha un grito que sale de lo profundo del invasor cuando cae sobre ella, y un pinchazo en el corazón hecho con un cuchillito de mango de asta.

(Basado en el cuento "El Cautivo", de Jorge Luis Borges)


Fernando Berton
Setiembre 2016

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