Comprar RELACIONES

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martes, 19 de septiembre de 2017

¿Por qué escribir?

Hoy, una persona a quien quiero me preguntó, para una ponencia que hará próximamente, por qué escribo. La verdad es que me tomó por sorpresa. Uno podría decir rápidamente por qué cocina, por ejemplo, pero cuesta más saber por qué escribe. Argumenté lo siguiente:

¿Por qué escribir?
En principio, creo que escribo porque me desborda lo que leo, y quiero hacer algo parecido a esas cosas. Parecerme a Cortázar, a Cervantes, a Borges, acaso a Kafka. Pero la verdad es que busco parecerme a Fernando. Encontrar una manera de decir, un tono, un ritmo. Mientras se escribe, uno está fuera del mundo (ese que es ancho y ajeno), y a salvo de las injusticias, de los maltratos, de las carencias.

Uno debería escribir todos los días aunque sea un poco, aunque sea triste. Un poco de lo poco de bello que ocurre en medio de la rutina agobiante, la falta de tiempo o las ocurrencias a deshoras. Escribir aunque sea de este modo es hacerle una gambeta al destino; es estar por un instante en otro lado, al costado de otra dimensión, es alcanzar fugazmente un pedacito  de felicidad.

Escribir es una manera de agarrar el momento. Es como una fotografía tomada de apuro a una estrella fugaz. Es pedir un deseo al pasar por debajo del tren o soplar una vela en una torta. Es buscar la verdad última con palabras que todo el tiempo mutan, cambian de significado, se usan de distinta manera.

Escribo porque mientras escribo estoy a mano conmigo mismo. Puedo cumplir los objetivos de viajar a lugares remotos. Hacer realidad las pretensiones de poner las cosas en orden de acuerdo a un plan establecido de antemano. Aunque muchas veces, el lugar al que llego no es lo que había esperado.


Escribo, finalmente, porque soy un gran fabulador. Creo que la realidad contada es mejor que la realidad vívida, la que me toca a cada paso. Puedo hacer de un horrible viaje en tren algo risible. O trágico. O convertirlo en una puerta de entrada a un mundo subrepticio que escapa a la mirada de los que me rodean. Escribo porque quiero ver las cosas como si las viera por primera vez cada vez que escribo.

Supongo que si me preguntan esto dentro de un tiempo, diré algo diferente, pero esta es la fotografía de este día.

Fernando Berton
Setiembre, 2017

martes, 12 de septiembre de 2017

Juegos literarios - Lectura de una novela

Luto; Scott, Edgardo; Emecé; Buenos Aires; 2017


Para encarar la lectura de Luto, última novela de Edgardo Scott, vamos a considerar fundamentalmente dos cuestiones (antes de plantear un juego sobre el final del artículo):

1.       La forma
2.       El nivel “indicial” de ciertas referencias a lo largo de la narración

1.       La forma en ­Luto
Por cómo se nos presenta, Luto es bastante sorprendente. En efecto, encontramos que la novela se divide en tres partes: la primera consiste de un único capítulo titulado “Un día cualquiera”, y que nos cuenta el dilema trágico que se desarrollará a lo largo de las seis página que dura.
Enseguida empieza la segunda parte, llamada “Luto”. Segunda parte que ocupa siete capítulos, cada uno de los cuales se subdivide en apartados iguales, repetidos en el mismo orden siempre, desde el uno al siete: Baldío, Hija, Perros, Negocio, Películas, Genoveva, Noticias, Negros, La mujer de la retacería.
Así, siete veces. Porque dura una semana (siete fueron los días que según la leyenda bíblica le demandó a Dios la creación del mundo), podría plantearse rápidamente. Pues no, porque la historia transcurre a lo largo de, por lo menos, siete años. Y ahí tenemos una primera clave.
La tercera y última parte, llamada “Una noche muy fría y estrellada”, a lo largo de cinco páginas resuelve la historia de su protagonista, Chiche, y por cuyos ojos vemos la mayor parte de los acontecimientos de ­Luto. Seis más cinco da once. Siete más dos da nueve. Once menos dos también da nueve. Pero siete más tres es diez. Y entre todos esos números tenemos una segunda clave.

2.       El nivel indicial en Luto
¿Es Luto una novela policial?
No, no es.
¿Es una novela de acción?
Tampoco.
¿Es una novela romántica?
Menos todavía.
¿Es una novela existencialista?
Yyyyyy… capaz de ser, diría un paisano.
¿Tiene algo de El extranjero, de Camus?
Algo. Un cierto lenguaje blanco, pero no porque se parezca mucho. Tiene un aire, digamos.
¿Y entonces qué es?
Podemos decir que, sin ser policial, bien podría ser una novela de “policiales”. Es decir, la sección “policiales” de un diario. Todos los apartados “Noticias” son noticias policiales. El constante machacar de los robos, atracos, crímenes, violaciones y demás que habitan en diarios, radios y canales de televisión de forma continua.
Y como tal, Luto nos plantea “enigmas” de una manera diferente al policial clásico, y aún del policial negro. Digamos que en la primera parte está todo, a la manera del policial inglés, y que después uno tiene que ir descubriendo de qué va la cosa. En esa primera parte nos encontramos con un narrador que alternativamente nos cuenta lo que pasa con Chiche, luego con su mujer (que no tiene nombre), con los ladrones.
La historia va y viene, se detiene en acciones y por último sí, al contar el desenlace en el que muere la mujer de Chiche, es pura acción.
Luego, durante ciento ochenta páginas, asistimos al luto, que parece no tener fin para Chiche.
Y aquí, querido lector desprevenido, es que iniciamos este juego literario. ¿Qué pasará? ¿Por qué Scott nos plantea su novela de esta manera? ¿Qué ocurrirá en las páginas 170, 173, 179, 184 y 192 –por citar algunas– que nos darán indicios del final?


Bueno, ese es el juego, que leas por ahí y me digas si no son esos los momentos –algunos de ellos– que nos permiten inducir lo que ocurrirá.



Fernando Berton
Setiembre, 2017

sábado, 9 de septiembre de 2017

Citas


Las buenas intenciones sólo producen mala literatura, dice Gide. Pasa con mucha novela que se pretende “realista”. Se quiera o no, toda novela propone una moral. ¿Cuál moral? ¿La que imponen los convencionalismos mediáticos? A la vez, ¿qué significa ser un autor “realista”? Los tipos “realistas” son de la peor calaña: allí los tienen del otro lado del mostrador en los bancos. Sin embargo, me digo, la novela en que trabajo, a mi pesar, a pesar de mi propósito de laconismo y austeridad en el lenguaje, también es una novela moral. Por tanto, le desconfío, la abandono cada tanto. También me doy cuenta: hace rato que perdí la inocencia y la confianza omnipotente en la escritura. A veces pienso, por ejemplo, al llevar un diario, que escribo por pura vanidad de la letra

Guillermo Saccomano, en https://www.pagina12.com.ar/61522-preguntas-despues-de-una-pregunta

En ese sentido iba un artículo que le recomiendo siempre al lector desprevenido de este blog, que se llama Situación de callePor esas cosas de la vida, dejé de pasar por ahí. Volví años después, y el hombre que ahí dormía junto a sus perros ya no estaba. Supongo que habrá encontrado un lugar mejor donde vivir, quizás un empleo que le permita pagar una pensión, ¿quién sabe?

Imagen tomada de Shunko,  de Jorge W. Ábalos; Losada; Buenos Aires; 2014 (1ra edición de 1959)


Decía Saccomano que la escritura realista impone siempre una moral. Shunko, de Jorge W. Ábalos es una novela realista. Y tiene la cualidad de ser el portal por el que ingresé a la literatura. Yo tenía unos nueve años -más o menos la edad de Shunko- cuando dí con este texto. Hoy vuelvo a él, movido por cuestiones personales, y puedo coincidir con Saccomano en que hay una mirada huinca sobre el mundo preexistente en estas tierras. No por nada el narrador es un maestro que se autodenomina "señor" al ponerse en boca de los chicos.

Pero es una mirada blanca sobre ese mundo negro que nos hace soñar. Que busca, en la ingenuidad del docente, darles nuevas armas a los chicos, es cierto, pero que también nos pone frente a los ojos a unos pibes que, aún siendo de tan lejos, de una cultura tan otra, comparten con el pibe de Capital una mirada ingenua de las cosas.

Esa Josefina que le dice al maestro "sos lindo", acaso queriendo decirle que es bueno, me conmueve. Me conmueve la carta del maestro a Shunko porque lucha toda el tiempo por asimilarse a los indios. Pero no puede. El maestro quiere a toda costa compartir el mundo de esos chicos, formar parte de ese mundo, creer que los ex alumnos lo extrañan y acaso lo necesitan. Me conmueve la despedida de Shunko: "tu alumno que antes era". Este maestro se debate entre "educar" a la manera hunica o dejar que vivan de acuerdo a sus tradiciones. A su Cultura.

Entonces, lleno de nostalgia, en su vida de ciudad, escucha el llamado de los chicos y dice "allá voy, salvajes..."

A pesar de todas sus contradicciones, Jorge W. Ábalos consigue poner el punto de vista en el niño santiagueño, en la mujer y el hombre sufridos de esa provincia tan seca en la tierra y tan rica en chacareras que son de las músicas más alegres de estos lares..


Fernando Berton
Setiembre, 2017

sábado, 2 de septiembre de 2017

Sobreviviendo - La beriso y Victor Heredia (En vivo 2016)



A pocos días de iniciado 2016, trabajadores municipales de La PLata fueron brutalmente reprimidos por la policía. En ese momento, yo estaba con mi hijo menor que había venido a ayudarme a traer un mueble que había comprado, y en la radio pasaron esta canción.
Yo me largué a llorar.
Mi hijo me miró, sorprendido.
Pensé que esta canción ya estaba pasada de moda, le dije, y me abrazó.
Mi hijo se fue hoy a trabajar y volverá al mediodía.

¿Cuándo volverá Santiago Maldonado?

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